Pasión
¡Háblame!
Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga...
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.
¡Mírame!... Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno...
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.
¡Ámame!... Nada soy... pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.
sobre la tierra por doquier me siga...
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.
¡Mírame!... Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno...
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.
¡Ámame!... Nada soy... pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.
Manuel M. Flores
Análisis:
v Ella es su todo, la siente parte
de su ser.
v Ella tiene el poder sobre el
hombre “de llevarlo al cielo o al infierno”.
v Está a merced de la voluntad de
la mujer amada.
v No le importa su alrededor si
ella no está en él.
v Vive por ella y para ella.
v Sola la mujer que el ama tiene el
poder para hacerlo cambiar.
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